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Todo empezó por un sueño, de esos que tenemos por cumplir y que por unas cosas y otras vamos dejando de lado; un sueño de los muchos que tengo pendientes de hacer realidad, o al menos intentarlo. Supongo que cuando la vida nos pone entre la espada y la pared es cuando reaccionamos y este fue mi caso, tras una terrible negligencia médica en el año 2010 que terminó conmigo a dos horas de la muerte, me desperté en la UCI de un hospital tras haber estado casi un mes en coma y aunque después vinieron años muy duros, un buen día decidí dejar de lamentarme y cumplir sueños y uno de ellos era éste “ir a la India en moto”. Me puse manos a la obra, leyendo cosas sobre los diferentes países que iba a atravesar, hablando con unos y con otros, recopilando toda clase de información útil para este viaje, preparándome para los diferentes terrenos por los que tendría que rodar y haciéndome con la nueva moto, que no me resultó fácil, llevaba toda mi vida en el mundo custom y ahora, me había comprado una GS, a la que bauticé como LUSI, en honor a mis dos labradoras, Luka y Sira.
A priori todo estaba a favor, Europa es fácil y la India es muy turística, así que la gran incógnita era Irán, país por el que todo el mundo me preguntaba; las mujeres no pueden conducir motos y además las de alta cilindrada están limitadas, así que tenía que informarme y solicité una audiencia con la embajada iraní en Madrid. Ante un rico té, bebida muy popular en el país, charlamos sobre lo que quería hacer, eso sí, ante el asombro del Cónsul cuando me preguntó cuántos conformábamos la expedición y le respondí que yo sola. Desde esta embajada me garantizan que no es un país problemático y que es seguro. Hablamos de la moneda, de los trámites burocráticos, del farsi o persa y de lo rico que era su país en arte entre otras muchas cosas. El 22 de septiembre de este año 2016, escoltada por algunos amigos hasta el límite de provincia con Cantabria, inicio el viaje que me llevará por Italia, Grecia, Turquía, Irán, e India, Pakistán me resultó imposible, y aunque en un principio lo había descartado por su peligrosidad, llegada la hora lo intenté, pero, “mujer sola, en moto, visa no”. Al final resultaron 18.000 kilómetros rodando en moto, unos 15.000 con mi moto y sobre 3.000 con la que tuve que alquilar en India. Rodé durante dos meses pasando por toda clase de situaciones, con un montón de anécdotas y temperaturas desde los 47 grados del Golfo Pérsico, hasta los -12 de Turquía y como siempre encontrando buena gente en el camino dispuesta a ayudarte o simplemente a charlar. Al final, las cosas no son como nos las cuentan sino como las vemos, y cada uno de nosotros tiene su propia visión, opinión, vivencias, ni mejores ni peores, simplemente personales. Mañana, sin pensarlo, volvería a coger mi moto para iniciar nuevamente un viaje, con sus complicaciones, alegrías, momentos malos, diferentes, singulares, porque esa es la grandeza de un viaje, EL CAMINO, ese camino que te permite con el “alma abierta” adentrarte en una cultura diferente, y desde la moto, que tiene esa buena cualidad de permitirnos interactuar más con la gente, degustar y disfrutar la vida, e invertir en cumplir sueños que son el motor principal del día a día.
BARCELONA- ITALIA-GRECIA
Decido coger un barco en Barcelona hasta Italia, atravesar la “bota” y coger otro hasta Grecia, era una forma de ganar tiempo. El barco llega puntual a Civitavecchia en Italia y me voy directa a Bríndisi mi otro barco para llegar a Igoumenitsa en Grecia.
Me apetece mucho adentrarme en Tríkala una bonita ciudad griega, y rodar entre sus montañas. Termino literalmente perdida en una carretera llena de curvas muy cerradas y con cruces en recuerdo a fallecidos en accidente de tráfico por todos los lados, disminuyo la velocidad y poco a poco comienzo a ver montañas redondeadas, el GPS me lleva por un camino de tierra, y empieza poco a poco a estrecharse, muchos kilómetros en tensión y sin ver ninguna casa, pero el GPS me indica que es por allí y como no había forma de dar vuelta continúo hasta “arrepentirme de continuar unas cuantas veces”, y ahora, ahora pienso lo bonito de una foto, pero, en esas situaciones en lo único que puedo pensar es en salir de allí y entonces de repente empiezo a ver un vallado y fincas más o menos organizadas y ya sí, al fondo unas casas y una carretera asfaltada….¡Ahora sí!, ahora ya, paro la moto, me quito ropa, bebo agua y respiro pensando en la alegría tan grande de ver casas.
Continúo ruta hacia Alexandroupoli y cae la noche, así que me quedo en un hotel de Salónica. Bordear el mar Egeo, a su vera, es sencilla y llanamente espectacular, con su color turquesa, sus calas, su arena blanca…¡¡Dios que sensación de felicidad!!, a una la dan ganas de pararse cada poco para hacer fotos, porque verdaderamente es una postal de infinita de belleza.
Los griegos son gente muy agradable, pero gritan un montón y por cierto las cocineras fuman en la cocina, los camareros fuman en el bar, los clientes fuman en el local, los perros entran a los restaurantes, los gatos hasta se suben por las mesas y a la hora de conducir están como “chotas”, cariñosamente hablando….la línea continúa no existe y te adelantan por la derecha, izquierda, por donde sea y cortando las curvas que hacen rectas. Avanzando en mi viaje me fui dando cuenta de que cada vez se conducía peor a medida que me acercaba a la India. La carretera hacia Alexandroupoli fue más bien pista de tierra y alguna con hormigón maltratado. Hubo un momento en el que estaba sola en mitad de la nada durante unos 80 km… atravesando campos de algodón con asentamientos marginales de los que allí trabajan y de repente gente en todo terrenos colgadas de las ventanas a todo tren por las pistas.
El mejor y a la vez peor momento fue cuando de repente un empedrado hacia arriba en mitad de la pista con una bajada de vértigo y eran piedras tamaño XL….pero ya no había marcha atrás, me lancé y lo pasé…¡ Quién me lo iba a decir a mi!… Lo cierto es que fue un momento de plenitud, y LUSI, mi BMW GS 700 se portó! En Alexandroupoli, ciudad turística, no encuentro habitación libre en los seis hoteles que visito, así que, me lanzo a acampar. La mañana siguiente, una espectacular puesta de sol, compenso toda una noche sin dormir, y es que a veces el mejor hotel lo llevamos en las alforjas.
TURQUÍA
Pongo rumbo hacia la frontera con Turquía entrando por Edirne, noto las consecuencias de la escalada de atentados que ha sufrido el país porque los registros son minuciosos y en mi caso tuve que vaciar todas las maletas, la frontera al igual que el resto del país está tomada por la policía y el ejercito con continuos controles repartidos por todo el país. Una vez pasada la frontera, me paro para hacer unas fotos y aparecen unos militares que me obligan a continuar, así que continúo y a los pocos kilómetros otro control que te obliga a pasar por una especie de trincheras con sacos que levantan en mitad de la carretera. Definitivamente Turquía está en alerta máxima. Turquía es el paraíso del off road, miles de kilómetros de pistas de todo tipo, por las que puedes rodar sin ningún problema, entretenidas, sencillas, complejas, obligatorias, es un disfrute absoluto para los amantes de este tipo de conducción.
ESTAMBUL
Al fin llego a Estambul, Istanbul, y LOCURA DE CIUDAD, entre el sofocante y ahogado tráfico, donde los griegos empiezan a ser buenos conductores al lado de los turcos. Estoy perdida en medio de la enorme ciudad y me paso más de dos horas entre un tráfico que no fluye y donde se forman continuos embudos que no dejan pasar ni a las ambulancias con las sirenas puestas. Tengo que decir que las maravillosas vistas sobre el Bósforo que separa Europa de Asia, me las regalaría el amanecer de dos días después, porque el tráfico era tan sumamente intenso cuando llegué que era imposible despistarse con nada. De repente, me veo en mitad de un barrio céntrico, entre camiones, furgonetas y carros con mercancía que se cae aquí y allí; frena, acelera y pita, pita cuando un camión se pone a dar marcha atrás y me quedo a escasos 15 centímetros de él sin posibilidad de dar para atrás, estaba cuesta abajo, supongo que los golpes en la puerta de aquel hombre que pasaba por allí impidieron que Lusi y yo terminamos acariciando el suelo bajo sus ruedas. Después de un buen rato entre callejuelas, encuentro un hotel, la calle no parece muy segura y no hay parking, pero estoy tan cansada que decido quedarme allí y durante dos días visitar la ciudad. Me voy a dormir pronto porque quiero madrugar para visitar “Istanbul” sin aglomeraciones y así fue, porque pude ver el Gran Bazar, tras el correspondiente reconocimiento policial, (la ciudad está tomada por el ejército y la policía), el mercado de las especies, la Mezquita de Santa Sofia, la Pequeña Sofia, La Mezquita azul, El Palacio Topkapi, la Mezquita de Suleimán, la plaza Taksim, etc., etc. etc Pude callejear por las estrechas calles llenas de tiendas que se organizan, por decirlo de alguna manera, como por gremios, es decir, en una calle venden solo zapatos, en la otra solo juguetes, en otra solo ropa y así una tras otra.
Olores y sabores se perciben a cada paso, al igual que esa mezcla de Europa y Asia que se une con el Bósforo, ese puente colgante de tres carriles a cada lado. Me llama la atención que todo el mundo en su casa, en su balcón o negocio tiene la bandera turca ondeando. Otra curiosidad es que Estambul está lleno de perros y gatos que están sueltos por la calle, muy mansos por cierto. Como se me estropeó el cargador de la cámara, encontré una tienda y resultó que el empleado era motero, así que charleta de rigor, intercambio de fotos y el tipo resultó muy majo.
A primera hora del día siguiente, 05:30h de la madrugada, rumbo a Pamukkale decido madrugar para quitarme parte del tráfico de la “loca” ciudad de 14 millones de habitantes….¡¡¡ aunque hoy me han dicho 20 millones….Madre mía!!!…. Por una vez en la vida AL QUE MADRUGA DIOS LE AYUDA….Y Estambul me regaló unas fantásticas vistas nocturnas y atravesar el puente colgante a las seis de la mañana iluminado todo…BUFFF QUE MARAVILLA….Me despedía de Estambul, mirando hacia atrás, hacia esa ciudad de luces en todas sus mezquita.
Merece la pena perderse entre sus callejuelas, merece la pena pasear tranquilamente, merece la pena un paseo en la noche para ver las mezquitas iluminadas…merece la pena escuchar la llamada a la oración, singular, diferente, pero bonito.
PAMUKKALE
Quiero dormir en Pamukkale o castillo de algodón en turco. Me siento pequeña con mi moto al lado de semejante paraje. Un lugar donde movimientos tectónicos no solo produjeron terremotos sino que ocasionaron la aparición de numerosas fuentes de aguas termales con alto contenido en minerales. Allí la gente toma sus baños y pasa el día en familia. Siendo una atracción turística conocida a nivel mundial, me llamó mucho la atención que la mayoría del turismo era local, y es que el tema de los atentados se nota en Turquía, tanto en número de visitantes como en controles policiales. Pero Pamukkale no es solo piscinas de aguas termales, también tiene unas increíbles ruinas de Hierápolis, antigua ciudad helenística ubicada junto a este castillo de algodón, que nació, atraída precisamente por ello; conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO que bien merece dejar el reloj en la maleta y dejarse llevar por todo su conjunto.
Tanto tiempo escuchando, leyendo, viendo por diferentes medios Pamukkale y allí estoy, llena de plenitud y disfrutando de un viaje que estará lleno de momentos como éste.
En el hotel, los dueños, dos hombres mayores me invitan a compartir un vino de la región con ellos y charlamos sobre la problemática de Turquía y los últimos acontecimientos, recordemos que un golpe de estado había sacudido al país hacía escasos dos meses, y como en todos los países con problemas de este tipo, el comentario es común: “los gobiernos son una cosa y el pueblo otra”, apenados por ver como el número de turistas a descendido considerablemente.
Mis dos días en Pamukkale llegan a su fin, me despido del castillo de algodón para coger la carretera que me llevará a Capadocia; una carretera sinuosa, con un asfalto muy malo que brillaba como el cristal, y de repente, perdida, el GPS no me ubica y como siempre, mi mejor aliado un buen mapa, que me sacaría de más de un apuro en Irán. Durante casi 600 kilómetros conduzco por una carretera con lagos y parques naturales, como el lago Egirdir, Beysehir o el Bozdag Milli Park, es la carrretera D350, que si bien es compleja, merece la pena y te dan ganas de parar la moto para hacer fotos a cada kilómetro que avanzas.
En Konya, paro en una gasolinera y el hombre me saca un té, acepto y después de un rato me pregunta cuánto tardarán el resto de motos en llegar, a lo que contesto que viajo sola, y recuerdo su cara de sorpresa, ¡SOLA!, ¿Por Turquía?, si y hasta la India le digo; se levanta y avisa a un chico que había dentro, se sacan una foto conmigo y me desean suerte.
CAPADOCCIA
Recuerdo la llegada a Capadocia como DE SOPETÓN E IMPRESIONANTE CON LA BOCA ABIERTA, detrás de una gran curva de repente, ¡Buaff!, castillos tallados en montañas redondeadas que parecen salidos de un cuento de hadas, MARAVILLA DE LA NATURALEZA, con una bonita historia detrás que animo a leer. Es tarde, se esta escondiendo el sol y saco mi cámara para unas fotos con la mejor luz para ello, avanzo por la sinuosa carretera entre estas peculiares montañas en busca de un hotel y casualidades de la vida, termino en uno de dos artistas con los que tendría interesantes tertulias y que me regalarían un libro escrito por ellos sobre la región.
Capadocia, es todo maravilla, es dejarse perder con tu moto, entrar en una pista y salir a una carretera que serpentea entre caprichosas rocas cónicas, es una experiencia que merece la pena ser vivida una vez en la vida, y si es en moto, mejor. Te sientes hormiga entre este paisaje y sobre todo cuando visitas sus ciudades subterráneas que sin saber exactamente para que fueron creadas, han albergado a muchas generaciones dentro de este paraje que es Capadocia Patrimonio también de la Humanidad por la UNESCO desde 1985. Capadocia es parar cada poco, pasear por Goreme, pueblo al que accedes entre montañas de hadas, y también, aunque es reciente, subir en globo al amanecer para ver la región desde el aire, todo un espectáculo de color iluminado por el fuego que eleva los globos que se suspenden en el cielo azul, arropados con esa luz del amanecer, ¡fue el segundo amanecer más bonito de mi vida!. Hay que dejarse llevar, escuchar, sentir, oler, mirar, mirar, mirar.
Después de semejante amanecer, Lusi y yo emprendemos viaje, ya hacia la frontera con Irán; la intención es entrar por Esendere, carretera complicada y más aún cuando aquí los turcos ya conducen peor que los griegos que a su vez conducen peor que los italianos… Casi 1.200 kilómetros me separan del paso fronterizo, y como en Turquía, las pistas son excepcionales, ruedo sin parar por ellas unas veces con mejor suerte que otras, atravesando poblaciones donde miran perplejos el paso de un moto, son caminos donde te pierdes y huyes de las carreteras para rodar plácidamente, tú y tu moto, no existe nada más. A veces, perdida en un cruce, y apostando por el sentido de la intuición que aunque a veces falla suele acertar bastante. De la veces que falló, cauando terminé en lo alto de un monte sin saber muy bien como, ya noche cerrada, no veía nada, camino con piedras y sin poder acampar; no soy experta en off road, ni mucho menos, más bien novata y muy novata, pero hay momentos en los que no te queda más que tirar para adelante y este fue uno de ellos, al fondo se veía luz y donde hay luz hay vida ¿no?, así que respiré, apreté los ojos y me tiré por aquella pendiente en la que no conseguía ver el camino y quizás eso fue lo mejor, así que poco a poco y venciendo el miedo a la incertidumbre, fui llegando a una carretera y a un pueblo perdido del interior de Turquía, con un solo hotel en el que me quedé y Lusi en la calle durmiendo. Es de esos típicos lugares donde no ven turistas y menos en moto, y menos mujer y menos sola, así que todos me miraban extrañados, pero, una vez más, ni a la moto ni a mi nos pasó nada, dormí, más o menos, con ese cosquilleo de que al día siguiente llegaría a Irán.
Tras el desayuno turco que se compone siempre de ensalada de tomate con pepinos y unos huevos cocidos emprendo mi ruta hacia la frontera.
FRONTERA TURQUÍA-IRAN EN ESENDERE
La carretera es complicada, estrecha con curvas muy cerradas y un asfalto muy malo, los camiones que te cruzas, hacen rectas las curvas y esto complica todo todavía más, alguno me sacó de la carretera y es que, como he dicho anteriormente, a medida que te acercas a India la conducción es cada vez peor. Esta zona de Turquía es diferente a todas las que estamos acostumbrados a ver en los folletos turísticos, es una zona interior del país, ruda, agreste, con muchas pistas para rodar en moto, de repente la pista termina en una carretera, y a los pocos metros, allí estaba, el panel informativo que me decía ¡IRAN ESTÁ CERCA!. Los siguientes kilómetros fueron complicados, muchas obras sobre caminos y con soluciones no muy pensadas como cortar un camino y ponerte montones de tierra y piedra como carretera de paso, así que de pies en mi moto, voy a travesando “territorio off road”, que si bien al principio, hasta te divierte, al final ya estás pensando “¡cuándo termina esto!”, eran kilómetros de caminos con piedras, con pendientes pronunciadas, camiones que iban frenando para poder pasar y que fui adelantando,¡Quién me lo iba a decir a mi, temerosa como era en esto del off road!.
De repente, caravana y control policial con un montón de militares en mitad de un camino polvoriento, van pidiendo pasaportes, me preguntan hacia donde voy, les digo que a Irán ¿Sola?, ¡si!, ¿A Irán?, Irán no es bueno. Supongo que las sonrisas siempre abren puertas, así que con ella, me despido de los soldados que me dan la mano y me desean suerte, avanzo, y a los pocos kilómetros otro control policial, y así hasta cinco hasta llegar al punto fronterizo con irán; estoy en la parte turca. Del coche que está delante de mi baja un señor que se pone a hablar con el policía, la gente empieza a gritar, se acercan a mi y me dicen, “la frontera cierra en cinco minutos, ¡ pasa!”, yo le respondo que no puedo, que hay un coche delante, “¡te quedarás a dormir aquí si cierran!”, el policía y el conductor siguen hablando como si nada y de repente les gritan para decirles, que va a cerrar el puesto fronterizo y que me dejen pasar… así que el coche avanza y ya estoy dentro de la frontera turca donde los policías no entienden porque quiero visitar Irán, y me hacen la pregunta tan popular y cotidiana en mi viaje ¿SOLA?. He pasado el control turco, y estoy ahora en esa zona intermedia entre un país y otro, esa zona fronteriza que parece territorio de todos y de nadie, la barrera de la frontera iraní se abre por un militar, estoy en Irán, bueno a las puertas de Irán.
WELCOME TO IRAN Y ENCUENTRO CON EL MUHARRAM
PASO FRONTERIZO TURQUÍA – IRÁN (ESENDERE)
Ya estoy dentro de la frontera iraní, una vez abierta la barrera, el militar me señala donde aparcar la moto y me pregunta por el resto de motos, le indico que no hay y que viajo sola. Me muestra un edificio al que tengo que ir con la documentación. La frontera no está asfaltada, es un camino de tierra y el edificio está en medio; es un edificio viejo, con instalaciones muy deterioradas y un montón de gente gritándote para cambiar dinero, el gran negocio fronterizo de este tipo de países.
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Mi entrada en el edificio fue singular, todos me miraban y me preguntaban insistentemente por mi marido, les resultaba imposible que viajara sola. De repente “alguien” me pide el pasaporte y se lo doy, al rato mi carnet de passage y se lo llevan; “me encuentro desnuda”, documentalmente hablando y en una sala donde solo había hombres que se amontonaban a mi alrededor haciéndome preguntas en farsi que no entendía. Se había creado un pequeño, gran revuelo con mi llegada a la frontera, no están acostumbrados a que haya turistas, y menos en moto y todavía menos una mujer y además sola. Sentada en esa zona con sillas que tienen en medio de las instalaciones, me siento observada por todos, y noto como todos hablan de mi, unos me dicen que vaya para un lado, otros que para el otro, el funcionario de la entrada con cara de pocos amigos que me siente. Al cabo de media hora un militar me viene a buscar y me meten en una sala, yo, pienso, “esto puede ser muy bueno o muy malo”, al final entendí que querían alejarme de todo el jaleo que se había montado. Me piden que me siente y espere, pregunto si mi moto está segura, me dicen que si, “que me siente y espere”. Me preguntan para que vengo a Irán, qué lugares pienso visitar, y mi documentación sigue sin aparecer; aunque preocupada nada puedo hacer, es un país que desconocía, así que allí en una esquina de aquella lúgubre oficina espero y espero. Otro militar me dice que le siga, me lleva a otra oficina y allí veo delante mi pasaporte y mi carnet de passage, lo que me tranquiliza bastante. El militar me pregunta nuevamente por mis motivos para visitar Irán, si no tengo marido, por qué viajo sola, pero al final se ríe y me dice WELCOME TO IRAN , famosa expresión que escucharé un montón de veces todos los días alrededor del país. “Irán es seguro” recalca y pone el sello de entrada, ¡disfrute de nuestro país!. Me acompaña a cambiar dinero donde un conocido suyo y ordena que me levanten la barrera, yo antes de salir con la moto, vuelvo a preguntar, “¿Ya puedo irme?, si, si puedes marcharte”, “¿Todo OK? Insisto”, ¡Sí, buen viaje!. Ante el griterío de más hombres amontonados a la salida de la frontera para el negocio del cambio, salgo y unos metros más adelante paro y me digo a mi misma… ESTOY EN IRAN.
MI PRIMERA NOCHE EN EL PAÍS PERSA Y EL MUHARRAM
He pasado la frontera e intento que mi GPS me lleve hasta Urmía, pero, no “adquiere satélites”, como ocurriría muchas veces en mi recorrido por el país. “Benditos mapas, de toda la vida de Dios”, con un buen mapa y brújula en mano siempre encuentra uno el norte. Es de noche, y por lo que había mirado, Urmía está a unos 55 kilómetros, pregunto en la primera gasolinera donde paro a repostar y me dicen que es todo recto. Por cierto la gasolina esta a 0.43 céntimos de euro, si 0.43 CENTIMOS DE EURO y a medida que me acerqué al Golfo Pérsico, el precio era cada vez menor. Llego a Urmía, no puedo llamar a la persona con la que he quedado para alojarme, así que paro en una calle y pido ayuda a unos señores que estaban hablando, desde su teléfono le llaman, me vendrá a recoger allí mismo…la moto molesta, me cortan el tráfico para que la gire y la cambie, me sacan un poco de zumo, ¡ ESTA GENTE ES ENCANTADORA!… de repente 20 personas a mi alredor viendo la moto y lo extraño de una turista motorizada…la gente muy amable, todos me sonríen y quieren ayudar. Uno de estos señores, me dice que no es necesario el pañuelo, URMIA NO MUSULMAN me dice, Me vienen a buscar y allí estaba yo, entretenida haciendo sesión de fotos con aquella gente que parecía conocer ya de toda la vida…EL RECIBIMIENTO FUE EXCEPCIONAL.
Me instalo y voy a cenar (estupenda cena turca) a un restaurante de Urmia, aquí no están acostumbrados al turismo por lo que pruebas y te sientes como uno más. Veo banderas y pregunto que pasa “es la fiesta del MUHARRAM”…y yo aquí, ¡ que suerte poder disfrutarla y conocerla!. El Muharram es algo parecido a nuestra Semana Santa en España. Los iraníes me dicen que es una pena que vaya en esta época porque es un mes de recogimiento, pero para mí, es todo lo contrario porque podré ver y tener una opinión de primera mano sobre lo que tantas veces vemos en televisión, y que muchas veces nos asusta. A lo largo de mis veinte días por Irán, pude ver en cada ciudad las celebraciones, donde los hombres desfilan conmemorando el martirio del Imán Hussein y golpeándose la espalada con una especie de látigo con cadenas, o el pecho con las manos, para simular el dolor que sintió Hussein durante su martirio, repitiendo su nombre una y otra vez acompasadamente. Se reparte bebida y comida gratis como forma de ofrecer algo a cambio de cumplirse sus plegarias. Recuerdo, que al principio, pensé que me querían vender cosas, “desconfianza”, ¡SI!, no entendía muy bien porque venían con comida, hasta que una chica, me explicó que era una costumbre en el Muharram, y que además lo que me estaban ofreciendo en aquel momento era Ashura, un postre que se repartía en este época. Después de esto, tenía mi moto, todos los días llena de comida, todo el mundo me daba algo y yo sin espacio donde guardarlo, tenía que dejarlo lamentablemente en la siguiente esquina. La generosidad iraní es fantástica, “no te piden, te dan”.
Sus procesiones, son muy parecidas a las nuestras y si en España salen a procesionar con capirotes, en Irán lo hacen todos vestidos de negro y con capas hasta los pies para las mujeres. Al igual que en España sacan las imágenes por las calles las diferentes cofradías, allí también lo hacen con una especie de gran escultura triangular, que no logré entender muy bien lo que significaba y al igual que en España también hay costaleros para llevarlas. Es una época de recogimiento y penitencia al igual que nuestra Semana Santa. Una pareja joven, me preguntó que pensaba de aquello y les respondí que en España teníamos algo parecido, lo que les sorprendió, porque me dijeron que todo el mundo fuera de su país les mira como “gente peligrosa y terrorista que desfila por fanatismo” . Y es que, una de las cosas que pude apreciar durante mi viaje alrededor de Irán, fue el “tremendo pesar del pueblo iraní” por esta mala imagen que tenemos de ellos; siempre me comentaban en las diversas ciudades que visité “los gobiernos son una cosa y las personas otra”, “NO SOMOS PELIGROSOS, NO SOMOS TERRORISTAS”, y cuando estás unos días en el país, te das cuenta de ello, y de que al contrario, son gente tranquila, de paz; en mis veinte días por el país no vi peleas, ni discusiones y aunque hubo de todo, la mayoría es gente educada, con inquietudes por conocer cosas acerca de nuestro país, y con la eterna preocupación que se convertía en cotidiana pregunta ¿Qué piensas ahora que viajas por nuestro país?,. Cuando tienes una tertulia con ellos, aflora esa pena que sienten por ser vistos como fanáticos y violentos.
He de decir, que cuando llegaba a un sitio, los niños se acercaban con mucha educación y no tacaban la moto hasta que su padre me preguntaba a mí, y le daba permiso. Muchas veces, cuando me veían con la moto parada en algún lado, se acercaban y me preguntaban primero sin necesitaba ayuda y luego de dónde era, “España, respondía yo”, y entonces sacaban el móvil para enseñarles a sus hijos donde estaba este país. Además, todos, querían una foto conmigo, era una mujer en una moto de gran cilindrada y viajando sola por su país. Una de las cosas que me pasó muchas veces es cuando las mujeres veían que no era un hombre quien llevaba la moto, se ponían a mi lado, y me hacían la V con la mano, orgullosas de verme conducir; por cierto, las mujeres allí, conducen coches, pero como he señalado anteriormente no pueden hacerlo en moto, ni en bicicleta.
A veces, conseguía tener conversaciones con las mujeres del país, que si bien, es de justicia decir que trabajan, conducen, se casan y se divorcian y una larga similitud con cualquier mujer europea, a la mayoría, la imposición del velo las agobia. Todas te dicen que antes de la revolución podían vestir como quisieran y no llevaban velo pero que ahora, para la mujer no es fácil vivir en Irán. Por cierto, a la mujer, a pesar de poder parecer contradictorio, se la respeta mucho. Personalmente, puedo contar, que he paseado de noche por calles de diferentes pueblos y ciudades del país persa, y nunca, nunca, tuve ningún problema.
Estoy en Urmía, viviendo el día a día en esta ciudad, paseando entre sus comercios y callejuelas; es mi primer día en Irán, y aunque todo es diferente, no me siento insegura, e incluso la gente de la calle me dice el famoso WELCOME TO IRAN, que a lo largo de mi viaje escucharé muchas veces a diario; es como si estuviese INSTITUCIONALIZADA esta frase y el buen trato al turismo, que agradecen continuamente. Mañana quiero ir rumbo a Abyaned, uno de los pueblos más antiguos de Irán, donde las mujeres se cubren con velos de flores coloridos; sé que la carretera es complicada pero por lo que he visto y leído pienso que merecerá la pena.
POR IRÁN
DE VELOS FLOREADOS A RETENIDA POR LA POLICIA IRANÍ
Me levanté con las cervicales tocadas, el GPS no coge los satélites, me encuentro perdida en mitad de Urmia y sin saber muy bien hacia donde tirar; aparco mi moto y despliego el mapa de papel, ese famoso aliado que nunca te falla. Poco a poco se va acercando gente hasta hacer un buen grupo y todos, como ya es y será habitual, sacan sus móviles para hacerse fotos conmigo, después, eso sí, me indicaron como pudieron, que había que dar la vuelta para encontrar la salida hacia Isfahan.
Entro en una carretera secundaria y veo una preciosas casas de adobe, era como si el tiempo se hubiese detenido en esos barrios, con los niños correteando por sus callejuelas, los camellos pastando y gente caminando lentamente, bajo aquel cielo azul intenso que me saluda con la mano, me dicen adiós, algunos se llevan la mano al pecho a mi paso, lo que interpreto como de gratitud por visitar su país.
Poco a poco voy haciendo kilómetros y este viaje sanador para mí, en el que voy soltando mucha pena, en el que a veces tengo que parar para llorar tranquilamente, de repente me siento tan feliz que esta vez lloro, pero de emoción. Estaba viviendo mi sueño y éste, era tan intenso que se me olvidaba el dolor de mi alma, el terrible suceso que me había hecho liarme la manta a la cabeza y estar camino de la India.
Voy camino de Abyaned, y atravieso Tabriz, la ciudad que curiosamente me acogería en la tremenda nevada con la que me encontraré a mi regreso. Como toda ciudad que se precie en el país persa, “caótica”, un tráfico loco, nadie respeta nada y el primero que llega pasa, es como si cuando se sentasen al volante, aquello se convirtiese para ellos en una batalla.
La gente es muy amable, todo el mundo te dice el famosos “WELCOME TO IRAN”, la gentileza de los iraníes es espectacular y nunca te sientes solo, porque siempre hay alguien dispuesto que te va a ayudar.
Abyaned, velos con flores e instalciones nucleares
Conduciendo por una pintoresca carretera llego a un pueblo de cuento empedrado, es Abyaned, un lugar pintoresco de adobe, con casas que están restaurando para atraer al turismo, y esto, claro, en cierta manera y egoístamente hablando “hace que pierda su magia” ¡A veces me pregunto si hacemos bien en contar lo bueno de este país para viajar!, si algún día se masifica “turísticamente” hablando, perderá este encanto que ahora tiene.
Paseo entre su historia, túneles que cubren sus calles, típicos del país para evitar el sol, con esos canales de agua para refrigerar el lugar, ¡Mira que eran ingeniosos estos persas!. A lo largo de mi viaje, iré descubriendo cómo con ingenio, lograban sobrellevar las elevadas temperaturas en las zonas más cálidas del país, que por aclarar, hay que decir, que en Irán existen zonas montañosas e incluso estaciones de ski.
Y terminé retenida por “supuesta” espía
Pero seguimos con Abyaned, el pueblo donde las mujeres se ponen velos con flores de colores por tradición y además, uno de los más típicos del país persa, con una amplia historia detrás que os invito a conocer.
La anécdota del camino fue muy “strong” y es que la carretera que te lleva a este bonito pueblo, esta salpicada por instalaciones militares con misiles, que vigilan las polémicas instalaciones nucleares, hasta el punto de que sin saberlo previamente, me paré para sacarme una foto delante de la señal de Abyaned, cuando apareció un coche policial rotativos encendidos y derrapando delante de mi, como si estuviese comentiendo el peor de los delitos, ¡Menuda cara se que quedó!. A grito pelado, me pidieron el pasaporte, todos los papeles de la moto y me prohibieron hacer fotos. Yo, no entendía nada en aquel momento; eran solo fotos, pero como llevaba poco tiempo en Irán, no conocía todavía muy bien lo que ocurría, aunque no comprendía como todo el mundo me sacaba fotos sin parar y yo no podía fotografiar una señal, ¡Algo no encajaba!. Los policías me hablaban con voz muy seca, más bien me hablaban gritándome y con rostro poco amigable, ¿Qué hace usted aquí?, “ fotografiar ese cartel”, ¡Esta prohibido!, “¿Fotografiar carteles está prohibido?”. Me piden la cámara de fotos y en ese momento pienso: “adiós a mi NIKON”, les digo que no, que sólo son fotos, y me hacen encenderla e indicarles para revisar todas, absolutamente todas las fotografías; yo estaba alucinando, porque obviamente pinta de espía llamando tanto la atención no podía ser, pero, en estas situaciones más vale ser prudentes y dejar hacer, aunque yo sigo “erre que erre “ y ante mi insistencia y después de haber comprobado que en mi cámara solo había fotos amables del país, accedieron a devolvérmela. A los pocos minutos después y ya encima de mi moto, tras haber estado retenida sin mi documentacion ni la de mi moto, durante una hora, descubrí que había accedido por una zona caliente del país, estaba atravesando por instalaciones militares, y es cierto, que después al ir encontrando el motivo de aquello, comenze a ver fusiles, cañones y armamento camuflado que salía de la tierra.
Poco a poco, otra de las cosas que iré descubriendo de este país, es que existen un montón de instalaciones militares y de personal del ejército que te encuentras en cuaquier esquina, pero por aquel entonces no lo sabía. Como tampoco sabía la cantidad de policia secreta que existe, hasta que más adelante, como podréis leer, me echaron de varios lugares.
QAZVÍN
La noche aquí en Irán cae rápido, y se me ha hecho muy tarde, así que decido quedarme en Qazvín, ciudad de la que no había escuchado hablar y al final resultaría una AGRADABLE PÉRDIDA. Locura de ciudad, y lo que al principio creí un error quedándome en ella, resultó ser todo un descubrimiento y en un antiguo bazar, restaurado encontré galerías donde los artistas ponían sus piezas a la venta, una especie de centro comercial, pero muy elegante, donde compré unas bonitas pulseras de cuero y piedras preciosas que poca gente del país se puede permitir.
Por cierto, esta ciudad fue antigua capital del Imperio Persa y hoy es conocida como la capital de la caligrafía iraní por tener verdaderas obras de arte de “caligrafía árabe” en muchos azulejos de la ciudad.
Por la noche en el hotel (¡Madre mía los hoteles de Irán!) conocí a una pareja de Teherán que habían venido a pasar unos días a Qazvin, con los que tuve una entretenida tertulia y me enseñaban fotos de las fiestas privadas donde ellas van con bonitos y sexis vestidos y el pelo largo y muy repeinado.
DE CAMINO A ISFAHAN Y PERDIDA EN MITAD DE TEHERAN
Estoy perdida en mitad de Teherán, una ciudad de más de ocho millones de habitantes, el GPS, como ocurriría muchas veces en este país no funciona porque no coge satélites, el mapa, en esta ocasión en poco puede ayudarme, así que me paro detrás de un señor mayor con su furgoneta averiada y le pregunto para salir de Teherán dirección a Isfahan, no habla inglés, solo persa, o farsi como dicen los iraníes. Al rato un chico que estaba llamando por teléfono, se bajó del coche y me pregunta si puede ayudarme; le indico que estoy perdida y que quiero ir a Isfahan, ¡me sacó él de la ciudad!, una vez más, esa generosa amabilidad de la gente del país me resolvió la situación. Sigo con problemas de refrigeración en la moto, pero creo que nada serio. Todo el mundo quiere una foto de Lusi y mía y cada vez que llego a algún lugar se produce un pequeño revuelo alrededor de la BMW, todos quieren verla, preguntar sobre ella y subirse encima para retratarse junto a la BIG MOTO
Mi llegada a Isfahan se produce de noche, muy tarde, e intentó buscar un hotel que me han indicado. El tráfico, como todas las ciudades de este país es MATADOR y conducen FATAL. Pregunto a un chico que tras intentar comunicarnos, llamo a su hermano por teléfono y me guiaron hasta el hotel. Si alguna vez venís a este país, no os parezca esto raro, los iraníes siempre están dispuestos a ayudar a un turista; creo, que son conscientes de la importancia de recibirnos en su país y harán todo lo posible para que te sientas bien. Llego al hotel…. De repente, como siempre que aparco, una multitud se apelotona alrededor de mi moto, todos quieren foto, tocarla, mirarla y preguntar…Pero esta vez, la multitud era excesiva…y solo hacían que preguntarme si la iba a dejar allí, y sacaban fotos de las piezas…¡no se!, llamarme desconfiada, pero me dio mal rollo y encima me la movieron de sitio mientras yo estaba en recepción, así que me la lleve a un parking unas calles más allá que me indicó la chica que estaba en el hotel y que sabía algunas palabras en español que aprovecho para decirme una a una. La ciudad es grande, y el parking está a unos cuatro kilómetros callejeando, así que la recepcionista me indica que ella vendrá a mi lado, subiéndose de paquete en mi moto de un salto, orgullosa y contenta de que fuese una mujer la que la estaba llevando; aunque suene simple contado aquí, hay que vivirlo allí, en un país donde las mujeres no pueden conducir motos pero con deseos de que esto cambié algún día. Mi estancia en Isfahan fue una maravilla ¡preciosa ciudad!, la Plaza Naghsh-e Jahan, Madraza de Shah, o la Mezquita del Imán por ejemplo, son muchas de las cosas que ofrece esta bonita ciudad, además de la hospitalidad de sus habitantes.
Me quedaré un par de días, tiene muchas cosas que visitar, entre ellas un barrio cristiano, ¡interesante esto!, que alberga un museo donde se pueden ver las terribles imágenes, libros y restos del genocidio armenio .Salgo caminando tranquilamente del hotel en dirección al centro, es una ciudad como cualquier ciudad europea, eso si, con un tráfico más loco, atravesar como peatón una calle en Irán es “deporte de riesgo y el arte de esquivar”. En una de las calles presencié una vez más un accidente de tráfico de los muchos que hay a diario en el país, esta vez es algo más serio, porque hay un bebé que ha salido literalmente volando y es que en este país no hay “sillitas” para ellos y suelen viajar como hace años en España delante y sin ninguna medida de protección; ha sido la única vez que he visto que alguien alzaba el puño para dar un puñetazo ¡era el padre!. Me acerqué para dejarles mi botella de agua, la madre estaba en un gran estado de ansiedad; Irán es uno de los países a nivel mundial, con la tasa de siniestralidad por accidentes de tráfico más alta.
Continuo por un bonito paseo ajardinado donde las parejas están tumbadas en el césped, mientras los jardineros arreglan los setos y la gente mayor hace deporte en esos gimnasios al aire libre que hay en cualquier ciudad europea. Un puente enorme con muchos arcos y dos plantas aparece delante de mí, no hay agua, así que la postal es diferente que en época de lluvias, es el puente Khaju construido en el siglo XVII.
Ahora, ya he llegado a la plaza de Naghsh-i Jahan, conocida también como la del Imán Jomeini, catalogada como una de las más bonitas del país, declarada también Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y compuesta por históricos edificios como la Mezquita del Imán Jomeini, la del Jeque Lotf Allah, la Gran Mezquita de Isfahan, el Palacio Ali Qapu o el Chehel Sotún, cual a cual de mayor belleza y espectacularidad arquitectónica.; podría relatar toda su historia, pero prefiero contar mis sensaciones allí, donde vi a las familias haciendo picnic, a los jóvenes reunidos en corro y charlando tranquilamente, a parejas acostadas hablando. Es tal, la belleza del lugar, que me senté y admiré toda esa maravilla. Se acercaron a mi dosmujeres con un niño y como siempre me preguntaron de donde era, comenzamos a charlar y me explicaron cosas de esa plaza y sobre todo del Gran Bazar, formado por una sucesión de galerías cubiertas con cúpulas redondeadas que merece la pena una visita y perderse en él, que por cierto “me perdí” y una chica me saco “literalmente de la mano de allí”.
Desde Isfahán, escribí, la única postal que envíe a España y que llego casi al mismo tiempo que yo. Esa misma noche, intentó localizar un lugar donde comprar líquido refrigerante porque la moto me ha dado algún problema de temperatura, y, tras patear mucho la ciudad, encuentro toda una calle donde aprovecho para comprar aceite por poco más de un euro. Impresionados por mi viaje, quieren una foto conmigo y me regalan un montón de cosas de recuerdo.
HACIA PERSÉPOLIS Por caminos de tierra y arena voy hacia Persépolis, Patrimonio Mundial de la UNESCO, ciudad fundada en el año 512 a. c. y destruida por Alejandro Magno en 330 A.c.
De camino, paré en uno de esos lugares típicos iraníes para beber té, donde hay una especie de enorme tetera a las puertas, y como ocurre siempre que me paro con la moto aparece un montón de gente, en esta ocasión una familia, que quiere fotografiarse conmigo y con la moto. El abuelo, se sentó conmigo e intentaba contarme un montón de cosas que lamentablemente no lograba entender, el farsi era su lengua, y me apenó, porque por su cara creo que me contaba cosas realmente interesantes, así que, nos tomamos juntos el té y como una aplicada alumna le escuchaba y miraba aquellos ojos marchitos llenos de anécdotas y experiencias que dan la vida. Mi camino continúa entre pistas, esta vez de arena, en “solitaria compañía” con Lusi a la que habló y que ha cobrado vida propia, al igual que el trípode que me acompañaba, gracias al cual tengo algunas memorables fotografías. Estoy entrando en una especie de camino con algunas casas al fondo y veo a un anciano que me da el alto, me habla en farsi, y entiendo poco, le pido una foto y “majestuosamente”, tira al suelo una especie de pala que tenía en la mano, se pone firme, y posa para mí, le doy las gracias en persa ¡MERSI!, me coge la mano y me la besa, pone su mano en el pecho y se aparta de mi para dejarme marchar.
Llego a Persépolis, tantas veces escuchado, leído, visto en reportajes, y aquí estoy, visitando estas ruinas que contienen tanta historia. Ese día, decidí quedarme allí admirando como caía el sol entre tanta belleza. Cuando arranqué mi moto para irme, sentí, una emoción intensa, pensando lo lejos que una puede llegar subida en dos ruedas y cargada de mucha ilusión, y es que, estaba en medio de mi sueño.
Como ya he comentado, los satélites no se captan bien por estas tierras, y paro en una especie de acuartelamiento a preguntar, al contrario, de lo que podría imaginar, una simple explicación sin más, se acercaron policías y militares para charlar conmigo y después sacarme un plano para indicarme por donde tenía que ir, y es que no quería carretera convencional, quería ir por la montaña, y entre el desierto, que por extraño que suene aquí hay una combinación de ambos de extraordinaria belleza. Mi moto entra en reserva, no hay gasolineras a mano, me quedo sin combustible y allí aparada en una carretera a la que consigo acceder, al rato, se acercó una familia que no solamente fue a buscarme gasolina sino que ni tan siquiera me la quiso cobrar; me ofrecieron té y comida, y charlamos sobre su país y sobre el mío. En un papel puso su teléfono y dirección por si tenía algún problema o simplemente quería pasar unos días en su casa y es que la gente iraní es así, hospitalaria, sin más; reconozco que la principio desconfiaba de segundas intenciones, pero no las hay, acaso la curiosidad de charlar con alguien de fuera de sus frontera por inquietud.
SHIRAZ- CIUDAD DE CONTRASTES Mi próximo destino es Shiraz, ciudad de contrastes, donde puedes ver un chico con crestas en el pelo al lado de otro vestido de la forma más tradicional y es que si algo pude ver, es que el país persa, es un país de contrastes, modernidad y tradición, con una especie de “revolución” que observé entre la gente joven; ellas con prendas cada vez más ceñidas y el velo cada vez dejando ver más pelo, ellos con peinados y ropa muy moderna rompiendo con ese tradicionalismo instaurado después de la revolución.
Mi llegada, fue como todas las llegadas a las grandes ciudades iraníes, entre el caos y el loco tráfico de Irán. En el centro de la ciudad están todas las calles cortadas, se preparan para el desfile del Muharram por la noche. Unos policías que había por allí intentan dar cierta fluidez, al pararme a su lado enseguida vinieron y como ocurre siempre, una vez más charlamos y todos querían un foto conmigo y me preguntan por la moto, después me indican y salgo del centro para alojarme en un hotel de lujo por 60 €, si 60, y es que Irán te permite este tipo de cosas. Mi entrada fue “triunfal” y bajaron todos los directivos a recibirme y hacerse fotos conmigo, era excepcional una moto de estas características, me dijeron, pero más excepcional es que sea usted una mujer recalcaron.
En mis paseos por Shiraz, mucha gente se acerca para hablar conmigo, y camino entre sus comercios y en medio de la preparación de la comida para la festividad del Muharram, que la hacen los hombres, a los que pregunto con mi cámara en la mano si puedo sacar fotos y me intentan explicar lo que hacen pero una vez más el farsi y aunque no logro entenderles, si veo que es toda una celebración que se vive en la calle.
Shiraz, es una ciudad especial, la ciudad de los poetas dicen, repleta de cultura, bonitos edificios y espectaculares jardines. Paradójicamente, en un país donde está prohibido el alcohol, esta ciudad es famosa por sus vinos. Y AHORA…AL GOLFO PERSICO No entraba dentro de mis planes, pero a poco menos de 400 kilómetros estaba Bushehr, y las famosas aguas, que tantas veces vimos arder en televisión, cuando la famosa invasión de la coalición internacional liderada por Estados Unidos, contra la República de Irak en respuesta a la ocupación de Kuwait.
Desde Shiraz, salgo por una antigua carretera que me lleva a un camino de tierra por el que circulo muchos kilómetros hasta llegar a una sinuosa carretera que esta dentro de una reserva natural, pasando por Darengan en la región de Fars, Ramaghan entre otras poblaciones singulares. Es una reserva con muchas montañas y túneles y con una carretera que puso a prueba mi paciencia en múltiples ocasiones y es que, en irán, país con una alta tasa de siniestralidad por accidentes de tráfico, cuando hay curvas peligrosas, las rayan, pero paralelamente a la carretera y en esta zona, son muchos y muchos kilómetros de curvas, teniendo en cuenta el grosor de unos 10 centímetros de profundidad de estas hileras que forman en el castigado asfalto que brilla como un cristal, los coches frenan, pero las motos, las motos se van directamente al suelo, así que normalmente cogen caminos alternativos, pero de esto, me enteré después, así que, cuando podía ir por el arcén me apartaba y cuando no, en segunda y poco a poco, teniendo sustos de vez en cuando. Mi llegada a Bushehr, fue por lo tanto al extremo del agotamiento y por primera vez SUPE LO QUE ERA EL OLOR A PETRÓLEO, toda esa zona huele así.
Con mi moto, rodé por su paseo admirando el Golfo Pérsico e imaginando toda aquella agua “ardiendo” que tantas veces vi por televisión. Bushehr, me agobió; tengo la sensación de que los hoteles les dan una comisión a las personas que lleven a turistas y aunque a estas alturas ya estaba acostumbrada a ver que mucha gente se quedaba esperando por su porcentaje tras acercarte a un alojamiento, aquí fue ATOSIGANTE, llegando a ponerme contra una esquina para llevarme una y otra vez, ¡ ME AGOBIÉ!, así que ya cayendo el Sol, decidí irme y buscar otro lugar donde dormir. Irán, no es como Europa, no hay muchos hoteles y menos en ruta, así que ya de noche, pienso, vamos a buscar sitio para acampar, y en ello andaba cuando vi un hotel, de los peores sitios donde he estado, curiosamente con una estupenda y moderna fachada, pero con un interior del Irán más profundo y allí pasé la noche. Aquí tuve un problema con la policía, me metí en una carretera, y llegamos a un puesto de control policial, de los muchos que hay repartidos por todo el país, delante de mi, un señor mayor al que le quitan las llaves en marcha y le gritan para que aparque la moto, yo reacciono rápido y pienso que antes de que me quiten las llaves así, paro y las quito yo…el policía me grita para que aparque también la moto. ¿Cuál es el problema, pregunto?, “soy turista”, y veo a un militar que viene corriendo, me piden el pasaporte y se lo llevan indicándome que lleve la moto por un camino a comisaría. Durante más de una hora estuve allí, preguntando cual era el problema, y finalmente me devolvieron el pasaporte y me dejaron seguir, pero no así para el anciano. Supongo que el motivo, fue, que las motos no pueden circular por algunas carreteras; lo que si puedo decir, es que en ningún momento sentí miedo, cuando llegas a Irán enseguida intuyes la “protección al turista”, y sabes que nada te puede pasar; supongo que para los habitantes del día a día esto será diferente, pero en situación de turista puedes relajarte con las autoridades.
HACIA EL DESIERTO DE YAZD Una de las cosas que desde un principio quería hacer era pasar un noche en el desierto; había visto imágenes muy bonitas del lugar, así que deseaba rodar por aquellos lugares y poco a poco el paisaje comenzó a transformarse de montañoso a llano, color oro, el desierto estaba cada vez más cerca; seguía con mi moto por pistas que cada vez eran más arenosas. La noche empezaba a caer, y había un pueblo donde estaba el segundo árbol más antiguo del mundo, eso había leído, tenía 4000 – 4500 años y estaba vivo, era un ciprés de 25 metros, se encontraba en Abarkuh, un pueblo cerca del desierto de Yazd pero más que el árbol en sí, me sorprendió el pueblo, de adobe, donde descubrí la CASA DE HIELO, una edificación en forma de cono donde se conservaba el hielo durante muchos meses, y aunque este fuera el más conocido, resultó que había más conos similares repartidos por toda la zona, EXCEPCIONALES, una magnífica forma de solucionar los problemas con el calor.
Cuando estaba visitando la más importante casa de hielo, nuevamente gente se acercó a mí para charlar, hacerse fotos, y cómo no, ofrecerme té y pasteles que en Irán son exquisitos. La entrada a Arbakuh es por un camino lleno de basura, uno de los grandes problemas de Irán, y para hacer algunas fotos, tuve que tirarme un buen rato retirando plásticos; curiosamente esa noche conocí a una iraní que vivía en Francia y había grabado un documental sobre este tema, me contó, que un día vió a un agricultor labrar la tierra en Irán y que levantaba plásticos, lo que la empujó a denunciarlo en un documental. En Arbakuh no hay hoteles, es un pueblo del desierto, así que “no pasa nada”, porque quería dormir en el desierto; lo que no sabía es que lo haría en una antigua casa, meticulosamente restaurada típica del desierto; mi llegada causo incredulidad; aparcaba mi moto encima de una pasarela empedrada a la puerta del lugar, una moto grande y eso ya causó expectación, pero cuando me quité el casco, mujeres corrieron hacia el interior para decir que “era una chica la que conducía la moto”…
Me instalé en una habitación de adobe con el colchón en el suelo, me ofrecieron algo para beber y dije que un zumo, el hombre cogió una granada del árbol, hizo un agujero, puso una pajita y me la ofreció, pero yo tenía mucha sed, así que pedí agua…al momento, me había exprimido aquella granada para mí, y sentada en una mesa del jardín que tenía este paradisíaco lugar, vi como encendían un fuego para la cena de la noche.
Tuve mucha suerte, porque esta mujer iraní afincada en Francia, viajaba con su hermana también iraní, para ayudar a restaurar edificios catalogados por el gobierno y convertirlos en hoteles turísticos; me explicó, que ahora el gobierno empezaba a concienciarse de la importancia de atraer nuevamente al turismo y habían comenzado a catalogar edificios; ella quería ayudar, y cuando la pregunté el por qué, me respondió sin dudar: “porque cuando yo emigré, mucha gente me ayudó a mi y ahora quiero ayudar a que mi país vuelva a ser mejor”. Tuve el privilegio de visitar con ellas edificios privados del gobierno e incluso me preguntaron por mi opinión en una reunión con los funcionarios que se dedicaban a esto, por cierto, mi opinión fue que “tenían un problema que solucionar con la basura”.
Cuando nos íbamos para reunirnos con las autoridades locales, vi como se vestían de una forma muy solemne y tradicional con largos velos, así que las pregunté si no las molestaría porque no tenía más ropa que la que me veían puesta, y su respuesta, fue tajante “¡NO!, TIENEN QUE EMPEZAR A ACONSTUMBRARSER A VER A GENTE ASÍ VESTIDA”. Mi sensación, una vez más, fue de esa pequeña revolución silenciosa que hay en Irán por avanzar y aparcar la tradición que muchas veces reprime. Al día siguiente, había descubierto un pueblo de Yazd, al que volveré algún día, con calles de adobe y casas de hielo, caminos de tierra y arena, gente amable, y un árbol de casi 5000 años de vida. La gente se apelotonó en la puerta para despedirme, se hacían fotos conmigo, me deseaban buen viaje y las mujeres me aplaudían, creo que de alguna forma aquellos días por Irán me convertí en un referente para muchas sobre lo que necesitan volver a recuperar.
ENTRE DUNAS HACIA EL OASIS DEL DESIERTO DE YAZD Por espectaculares pistas y carreteras sinuosas me acercó Yazd, la ciudad Oasis del Desierto, una ciudad que si se ve desde un plano aéreo parece ser una sola unidad porque está llena de túneles que conectan unas calles con otras para protegerse del sol. La verdad, es que buscan soluciones ingeniosas para las altas temperaturas como los regueros de agua por toda la ciudad para refrescarla.
Mi llegada al hotel fue SINGULAR, tenía que acceder por estos túneles con la moto, saturados de circulación y gente, y en un momento dado, cuando venían coches de frente y mi moto con las anchas maletas no podía pasar, ni corta ni perezosa, me baje y como un agente de tráfico pues la mano en posición de STOP ante la incrédula mirada de los conductores; tranquilamente la fui moviendo hasta “incrustarla en una esquina” y hacer hueco para que pudieran pasar los turismos. Me alojé en un caravasar, antiguos edificios en las principales rutas comerciales para que las caravanas que hacían largos viajes, se repusieran del camino. Mi habitación, vieja y nada limpia, tenía no obstante, algo espectacular y es que al abrir la puerta daba de lleno al patio interior de estos edificios con una gran fuente iluminada y esas mesas que también sirven de camas alrededor del patio.
Mi moto, aparcada a la puerta del caravasar era el centro de atención y todos se sacaban fotos con ella; pero nadie la tocaba ni se subía a ella sin mi consentimiento para eso los iraníes son muy educados. En esta ciudad viví las procesiones más importantes del Muharram, de donde fui “echada de una delante de todo el mundo y casi gritos” por la policía secreta. En cierta forma, es cierto, que no iba vestida como el resto de mujeres (mujeres a un lado y hombres a otro), no llevaba esas largas capas con velos largos negros y cuando la prensa se acercó a mí para fotografiarme y hablar conmigo, llegó la policía…No entendí muy bien lo que me decía en farsi, pero lo intuí, así que en perfecto español le dije: “no te estoy entendiendo, supongo que quieres que me vaya, no te preocupes que lo hago”, y me fui, aunque me dio pena, porque era el momento en el que me estaba sintiendo integrada en medio de todas las mujeres, me habían dado bebida de la que se reparte en la celebración, y me habían hecho sitio para sentarme junto a ellas y a pesar, de que si es cierto, que note algunas caras que me miraron con desprecio, otras muchas me miraban como símbolo de liberación y me hacían sitio a su lado, es el gran contraste de Irán, hombres vestidos de forma moderna y mujeres cubiertas hasta los pies.
El velo, a la mayoría de las iraníes las “pesa” demasiado, y entre ellas se avisan cuando a alguna se la cae e incluso a mi, en una ocasión me advirtieron con cara de susto, miedo y pena sobre mi velo que se me había caído y caminaba sin darme cuenta, pero, no estaba allí para juzgar nada, solo era mera observadora y viajaba con el alma abierta, no para enseñar sino para aprender. Al lado de mi caravasar había una mezquita de barrio, y me decidí a entrar en ella, quería ver y sentir de primera mano lo que había dentro. En el interior reparten la típica bebida del país “el te” y una especie de tostada de pan que también me acercaron. Vi gente orar con vocación, no con fanatismo, llorar, pero al igual que los cristianos en las iglesias. Los acontecimientos, supongo que han hecho que nuestra visión haya cambiado y pensemos que todo lo relacionado con las mezquitas es fanatismo, pero, lo que en aquella me encontré, fue espiritualidad y fe. Al final de la oración, muchas mujeres se acercaron a mi con la mano en le pecho para saludarme y una anciana me tocaba y acariciaba la cara. Los hombres, asentían con la cabeza como símbolo de agradecimiento, creo que les había gustado que compartiera con ellos una celebración desde el respeto , y con la mano también en el pecho les saludé en farsi ¡SALAM!. Mis días en Yazd, fueron muy bonitos paseos y charlas que se convertían en cotidianas por Irán, mezquitas iluminadas de colores por las noches, las famosas llamadas a la oración por las calles; he de reconocer que todo formaba parte de un escenario bonito, diferente a lo que conocemos. Si me perdía en alguna de sus muchas callejuelas, siempre había alguien que te acompañaba al hotel como una pareja de novios, él de Teherán y ella de Isfahan coqueteando con cual de las dos era la ciudad más bonita, pero sin agarrarse de las manos ni darse gestos de cariño, que en Irán está prohibido.
Mi viaje por Irán está concluyendo y me doy cuenta de ello, ante la maravillosa vista que tengo delante de mi, la majestuosa Mezquita de Yazd, donde había gente orando en el patio y un hombre me acercó una limonada a la esquina donde estaba sentada observando todo aquello. DE CAMINO A TEHERAN- MEYBOD Mi tiempo en Irán, estaba terminando, y tenía que volver a Teherán para coger el avión que me llevaría a Delhi en India, pero antes, tenía que parar en otro de los más antiguos pueblos de Irán, otro pueblo de adobe y arena en el desierto, es MEYBOD; caminar por sus calles es sencillamente grandioso, con castillos hechos de arena tallada, túneles por los que circulas, gente amable, artesanos que tejen pañuelos a mano, calles de oro por el color del arena, definitivamente Meybod es otra de las joyas de Irán.
En la mezquita principal, totalmente cubierta con pedrería y cristales, una verdadera joya, había una niña correteando que al verme entrar vestida de una forma tan extraña, y con el casco en la mano, me miro fijamente y sin entender de que planeta había venido. Después todo fue juego entra ella y yo.
Una vez más, me dieron una limonada que repartían en la oración y sentada ante aquella maravilla que empezaba a iluminarse, volví a sentir pena por abandonar el país, un lugar al que volveré para conocer más lugares, porque merece la pena, y merece la pena sobre todo su gente. CAMINO DE TEHERÁN En ruta ya para Teherán, encontré un pastor de camellos, paré la moto al lado de una carretera y me puse a sacar fotos, él se acercó a mi y le pedí permiso para fotografiarme a su lado y todo iba bien hasta que empezó a decir insistentemente “sex, sex, sex”…entonces pensé que era “un buen momento para recoger e irme”, así que rápidamente cogí mi cámara y mi trípode y él se puso de pies, repitiendo una y otra vez “sex, sex, sex”, arranqué mi moto, puse primera y el tío “me tocó un pecho”, frené y le miré, comenzó a gritar en farsi y a levantar un palo que tenía, así que ….puse literalmente “pies en polvorosa”….. ¡ caramba con el pastor, la madre que le trajo!..
Ahora ya había cogido una carretera normal, y la gente se ponía como siempre a mi lado en los coches para grabarme en vídeo, hacerme fotos y saludarme. En cada gasolinera, como siempre me pedían fotos y preguntaban, “la gente iraní, no me cansaré de decirlo es extraordinaria”, y habrá de todo, no me cabe la menor duda, pero generalmente son amables y educados, y los jóvenes, los jóvenes ven al turismo como una puerta abierta hacia el progreso y eso te lo transmiten y tu como turista TE SIENTES MIMADO EN EL PAIS PERSA. Mi llegada a Teherán se produce por la noche, atravesando la saturada ciudad ahogada entre el tráfico y la contaminación. No me gusta, es una mole de cemento, pero paseo por ella y por su Gran Bazar, y hablo con gente; supongo que aquí como todas las grandes ciudades, todo es más impersonal; eso sí la gente se viste más moderna, y a veces el velo es tan solo simbólico, las levitas de las mujeres se estrechan y se nota, esa revolución que percibo en el país más acentuada. Como he comentado anteriormente, problemas de peligrosidad y de visados me impiden, a pesar de que a ultima hora lo intenté atravesar Pakistán en moto, así que mi alternativa era volar a Delhi con Lusi, mi BMW, pero, el precio era muy elevado y se me iba mucho del presupuesto; para quince días en India no me merecía la pena, así que busque un parking donde dejar a Lusi, rezando para que a la vuelta estuviera esperándome allí.
LAMENTABLE SUCESO EN EL AEROPUERTO DE TEHERAN CON LA POLICIA POR EL CASCO El aeropuerto IKA, Aeropuerto Internacional Imán Jomeini, es moderno, después de haber visitado un país tan tradicional el contraste es enorme. Facturo mi equipaje y pregunto por mi casco, que he de llevar para poder conducir la moto que alquilaré en India, me dicen que lo puedo llevar conmigo en el avión. Toca la hora de embarque, y aquí, aquí fue el lamentable suceso con la policía iraní, ¡Qué pena, que siendo la zona de paso para la mayoría de turistas tengan a un personal tan poco preparado y mal educado!; por primera vez, sentía clavadas las miradas de desprecio de los policías en mí, una mujer viajando en moto, por primera vez escuche con desprecio ¡VETE POR LA PUERTA PARA MUJERES!, y por primera vez sentí el miedo de las iraníes que estaban en la zona reservada al género masculino cuando mostraba mi desconformidad con la mujer que me había roto el casco en el control de acceso, se acercaban a mi para intentar ayudarme mirando para la policía por si las reñía. El caso es que mi casco, una vez roto, desapareció del control de acceso, ESTABA PROHIBIDO me decían ahora; la solución era facturarlo, pero, OTRO PROBLEMA, no me dejaban salir para facturarlo, con lo cual estaba atrapada con mi problema y a cinco minutos de embarcar ante la risa chulesca de la policía iraní. Intenté por todos los medios contactar con gerentes del aeropuerto y las personas de información no ayudaban en nada, al final un componente de la tripulación me preguntó que me pasaba y le expliqué la situación, al cabo de un rato volvió y me cogió la bolsa, me dijo que fuera detrás de él corriendo; era una situación como de “contrabandear”…. Él mismo me facturó el equipaje con el casco en la línea de embarque y gracias a él, pude al final, coger el avión que apunto estuve de perder.
Fueron momentos de mucha tensión, y no olvidaré a las mujeres iraníes intentando ayudarme e incluso una abrazándome en el avión, “me pidió perdón por el comportamiento de la policía”; estaba claro, que la famosa expresión escuchada tantas veces a lo largo de mi viaje era muy cierta “los gobiernos son unas cosa y nosotros otra”, y sin duda, la policía era el reflejo de esa parte que a la población iraní no le gusta.
En el avión, despidiéndome de Irán, hacía un resumen de lo vivido en mis veinte días recorriendo el país persa, y a pesar del problema del aeropuerto, pensaba una y otra vez que tenía que volver. Es un país que merece la pena, sus numerosos edificios Patrimonio de la Humanidad repartidos por toda su geografía merecen la pena, sus paisajes, sus desiertos, sus montañas, todo, pero sobre todo su gente.
YA ESTOY EN INDIA- EL PRINCIPIO DEL FIN- CUMPLIENDO UN SUEÑO
Aterrizo en New Delhi de madrugada, mi taxi me lleva dirección al centro de la ciudad donde tengo el hotel. Mi primera impresión es la que preveía, gente durmiendo por las calles y montones de basura, lo había visto en muchas fotos, libros, revistas, así que no me sorprendió, ni lo critiqué, no iba para juzgar nada, solo observar, con el alma abierta; esperando encontrar ese misticismo, espiritualidad y exotismo de India en el Rajasthan, región que quería visitar en moto. Llego al hotel, el recepcionista está literalmente dormido, y dice que no me deja entrar a la habitación porque si entro a las cuatro de la mañana, tengo que pagar un día más….”estoy cansada”, pago el día, no hay problema y tras varios bostezos, caída de brazos y paseo detrás del mostrador, al final me indican que número es, una ducha rápida y a dormir que ha sido un día largo entre aeropuertos y con un casco roto en mi maleta
Son las 10:00 de la mañana y escucho el constante pitido de las calles, en India se pasan el día con la mano en el claxon, veo los coloridos saris de las mujeres y esa maraña de cables que cuelgan de cada esquina dando la sensación de que en cualquier momento saltará por los aires aquella madeja que lleva la electricidad a los edificios de Delhi.
Durante dos días visité la urbe, dejándome llevar sin más, lejos de guías turísticas o recomendaciones plasmadas en los folletos, solamente caminaba entre sus calles y me desplazaba en los tuc-tuc de una zona a otra. Lo de los tuc- tuc es digno de comentario exclusivo, cada uno con su precio para el turista, ya que el “taxímetro” que tienen solo es para los locales, así que es una constante negociación y a veces discusión. Si les dices que quieres ir a tal calle porque quieres, como en mi caso alquilar motos, ellos te llevan por sistema a la tienda de un “friend”, que a lo mejor queda justo a la otra punta de la ciudad. Delhi, es una ciudad muy contaminada y saturada de tráfico pero, como ocurrirá en todo el país es la conducción del ESQUIVAR y como van a velocidades muy bajas la conducción no resulta problemática, tan solo te adaptas y todo fluye, eso si…IMPRESCINDIBLE PITAR ….Creo que se lo enseñan antes de meter la llave en el contacto. Una de las cosas bonitas de esta ciudad, majestuosa, es la Puerta de la India, al fondo del Palacio Presidencial, una calle, diría que única, limpia y ordenada de la ciudad, a su alrededor la gente vende cosas, pasea, los fotógrafos se pelean por hacer fotos a los visitantes a pesar de que casi todo el mundo tiene un móvil.
Los jardines de alrededor están meticulosamente cuidados y por una “nada extraña” razón, aquí, se respetan semáforos ante la atenta mirada de la policía apostada en la zona. El espectáculo de colores, es MARAVILLOSO con esa mezcla de saris, flores para las ofrendas a las diferentes divinidades y tuc-tuc. Las calles de Delhi, en si, ya son espectáculo, sea cual sea el lugar por el que pasas, sus bacas por las calles, por cierto, comiendo plástico, las maniobras para atravesar de los peatones, las motos, cientos de ellas, y el incesante ruido de los millones de cláxones sonando a la vez, día y noche, sin descanso.
Estoy ahora en Agrasen Ki Baoli, unos antiguos depósitos de agua, que mucha gente visita; la sensación es de INMENSIDAD, un precioso lugar que ha sido declarado monumento protegido por la ASI, (Servicio arqueológico de la India); aunque tenía agua todo el año ahora está seco, y su pozo principal lleno de excrementos de aves que habitan allí. Más tarde en Jadpur, me encontraría con otro de estos “baolis” como se denominan en hindi.
A mi lado se sienta una señora, y aunque no sabe inglés ni yo hindi, a través de los gestos nos comunicamos y con las manos me intenta decir que allí hubo agua, indicándome el fondo de las escaleras, el gran pozo para que lo visite. De regreso, me encontré con una gran templo dentro del cual se veneran a muchas divinidades, cual a cual diferente, al entrar, tocar la campanilla forma parte del ritual, en el acceso principal te ponen el famoso “bindi”, ese elemento decorativo que se coloca en la frente a las mujeres para diferenciarlas de las solteras, hasta tal punto que cuando enviudan han de quitárselo, aunque actualmente, esto ha sucumbido a la moda sin importar el estado de “compromiso”, aunque en principio, no en rojo, reservado para lo anteriormente explicado, que al parecer cada color tiene su significado. Una vez señalada en la frente, previo paso de la bandeja para depositar rupias, “el donativo” que al parecer siempre son pocas para ellos, sea, la cantidad que sea la que dejes, sigo caminando por aquel enorme templo en mitad de Delhi, donde por cierto, vi bendecir una moto recién estrenada.
Un “monje”, me indica que me acerque a un altar, me pasa unas plumas por todo el cuerpo varias veces para sacar fuera la mala energía, y las rupias de mi cartera, porque esto también tenía un precio…. Aunque después de pasar por diferentes altares, comencé a decir que ya no tenía dinero, momento en el cual, se terminaron mis rituales, pero seguí con mi paseo para visitar el lugar, que eso sí, hay que decir que era muy bonito, singular y con un agradable olor a incienso.
Al salir hay un puesto donde venden amuletos, flores y toda clase de accesorios para ofrecer a los dioses; quiero comprar unos colgantes y cuando me dice el precio, un chico le riñe y le pregunta por qué me cobra más de lo que valen, ¡turistas! Responde, pero el chico le dice que no está bien eso de engañar a la gente. Toca ir a probar un sari, y como siempre, el del tuc- tuc te lleva a la tienda de su “friend”. La experiencia, eso sí, recomendable por divertida y singular, forma parte de un ritual en el que todo empieza por servirte una bebida y sentarte en una especie de alzado que tienen alrededor y a los pies de donde almacenan como libros en sentido inverso todos los saris, UN ESPECTACULO DE COLOR SINGULAR, allí te abren cada sari, que resulto que los hay hasta de siete metros para poder hacerte la camisa a juego…. Colocarse un sari, tiene su aquel, te ponen un lazo en la cintura, donde después de darte vueltas y un pliegue de siete capas, te introducen toda esa tela, finalizando con el cruce en el hombro y si quieres cubriéndote la cabeza. Al final un par de saris formarán parte de la maleta de viaje. Varias visitas a algunos templos más y ya me toca pensar en coger la moto para recorrer la polvorienta región del Rajasthan, de alguna forma, para mi, era, el principio del fin, un sueño que está haciéndose realidad, una realidad creada por un sueño.
Ahora toca, ir a la “calle de las motos”, Karol Bagh, miles de motos y cientos de negocios del ramo en la misma zona. He encontrado uno, con el que tras una negociación previa, llego a un acuerdo y quedo en recoger la moto a las siete de la mañana del día siguiente.
HASTA LUEGO DELHI, ME VOY HACIA EL RAJASTHAN
Son las seis y media de la mañana, vestida con la equitación motera y casco en mano , le indico al tuc tuc el nombre de la calle a la que quieros ir, me dice que tiene un “friend” y que me va a llevar allí para que nos haga un buen precio, NO, NOOO, NO QUIERO UN FRIEND QUIERO IR AQUÍ”, por una vez, entendió y me llevaron justo en frente del lugar. He llegado y la moto se supone que listas y en perfecto estado de revisión, aunque ese mismo día se cayera un claxon , dejaran de funcionar las luces y hubiese que meter aceite en el motor de la moto con la rueda delantera lisa …pero ¡ES INDIA!.
Atravesando Delhi, justo en el sentido radicalmente opuesto al que me dirijo que es Jhunjhunu, cojo una especie de autovia de salida saturada de tráfico, que dejaría pronto para transitar por otras más tranquilas que me llevarían a esta población donde quiero visitar el templo Rani Sati, dedicado a “la prohibición del Sati”, si, la practica del Sati es una costumbre estrictamente prohibida en la actualidad, por la que, las mujeres al morirse su marido, se inmolaban voluntariamente y eran quemadas junto al difunto, y precisamente para recordar la prohibición se erigió este templo, que dicho sea de paso, es de una gran belleza y colorido con unos jardines muy cuidados, donde he sentido paz y tranquilidad sentada en unos de los muchos bancos que hay alrededor de ellos.
La noche la quiero pasar en Mandawa Fort, un pequeño pueblo lleno de havelis, antiguas casas con patio que poseían los comerciantes adinerados, hoy habitados por la gente de a pie. Las havelis que visité aunque están abandonadas, dejan apreciar su opulento pasado, recordemos que la ruta de la seda pasaba por aquí. Mandawa Fort, es esa mezcla de melancolía india, rico pasado y dejadez presente, eso sí, con una extraordinaria luz y unas maravillosas vistas desde las azoteas. Sus calles, cual a cual con edificios más bonitos, dejados a merced del tiempo transmiten esa nostalgia y a la vez entristecimiento.
CAMINO DE BIKANER
Llevo pocos días de viaje en India, aún es pronto para hacerse una idea global, pero, algo en mi interior, me pesa, ¡quizás, el haber idealizado el país, quizás el esperar más de él!, pero de momento, no encuentro esa espiritualidad que esperaba.
Mi nuevo día, me lleva a Bikaner, caminos complicados, muchas veces sin asfaltar y otros, como a lo largo de todo mi recorrido por el Rajasthan salpicado de obras, a las que divertidamente llamo DIVERSION, haciendo el juego de palabras jejej.
He llegado a un pueblo a través de un polvoriento camino, lleno de tierra, piedras y baches; en medio una enorme charca que muy pocos coches atraviesan entera y tan solo un autobús lo hace de lado a lado, ¡freno!, me río y esperamos a ver como pasan los locales en moto, y como veo que lo hacen por un camino lateral de arena, pues yo igual, al final, lo único malo que te puede pasar es que te bañes entre lodo…. Al final, es cuestión de no pensar mucho y tirar para adelante, siempre que estoy en apuros pienso lo mismo ¡AL FINAL SIEMPRE SE SALE DE UNA U OTRA FORMA!. He atravesado la charla, y ahora viene arena, pero, salgo intacta jejej, y sin una caída, ya ha pasado el ROCK AND ROll.
Continuo ruta y llegó el momento VIAS DE TREN Y MÁS ROCK… las barreras de tren cerradas, y las motos, cientos, se van acumulando, no, digo mal, ¡se van amontonando! Sin ningún orden, empujón por aquí y por allá, al más puro estilo ¡ SALVESE QUIEN PUEDA!… de repente, se abre el paso y aquello es un montón de motos avanzando a la vez, pasando por aquí y por allá, esquivando el autobús que viene de frente, si ya de por si el terreno es complicado, ¡Ahora, súmale esto!.
Me encamino al templo de las 3000 ratas, que en realidad, sin saber muy bien el número exacto, me dicen son unas veinte mil. Este templo tiene una peculiar historia y se hacen ofrendas que no me dejaron grabar al ser sagrado me dijeron.
¿Por qué venerar a las ratas o kabbas en hindi?, pues porque Karni Mata, una mujer sabia que desapareció si saberse como a los 151 años de edad y considerada la reencarnación de la diosa Durga, pidió al dios Yama (dios de la muerte hindú), cuando su hijastro se ahogo bebiendo agua, que le resucitara y éste se negó, siendo tal la insistencia de Durga, que al final se lo concedió pero reencarnado en rata, él y todo sus descendientes; así que a partir de entonces esto es un lugar sagrado donde habitan y al cual acuden miles de fieles para hacer sus ofrendas.
Una vez concluida esta visita me meto de lleno en la loca ciudad de Bikaner, y creo, que es uno de los días que más me he reído en India. En un cruce, con un policía y otra famosa barrera de tren cerrada, las motos se van “amontonando” y literalmente fue una salida a codazos encima de las motos; recuerdo que en un momento dado un hombre me metió su brazo delante para frenar mi moto y pasar él y yo hice lo mismo, ¡CODO Y PARA ADELANTE!… Todavía me sigo preguntando por la función de aquel policía allí plantado. Bikaner es una ciudad de las más sucias que visité, un auténtico caos, la más caótica, pero es interesante perderse por sus calles y pasear cerca del Fuerte Junagarth. A la mañana siguiente, emprendo camino entre las callejuelas de la ciudad, esquivando bacas, cabras, gente, muchos tuc tuc, agua que tiran de las ventanas (prefiero no imaginar lo que era), motos y más motos, basura; “el arte de esquivar”, la conducción en India en esto.
JAISALEMER, LA CIUDAD DORADA DE LA INDIA
He llegado a la ciudad dorada de la India, Jaisalmer, conocida así por estar construida con materiales procedentes de la arena del desierto, que le confiere ese peculiar color y que se levanta en mitad del desierto del Thar.
El paisaje está salpicado de pequeñas cabañas de adobe y paja que perecen más de África que de India, y como todas la carreteras de India saturada de autobuses de esos con un claxon que te sacan el corazón por la boca y de la carretera también, que aquí, ellos o pasan, o pasan o pasan y tu, a la cuneta.
Jaisalmer me sorprende a la entrada con su majestuoso fuerte que visitaría al día siguiente, el Fuerte de Jaisalmer.
Jaisalmer me sorprendió por su limpieza en las calles y su poco tráfico, eso sí, detrás de la muralla, estaba toda la basura acumulada..pero, a priori, por sorprendente que parezca, hizo que me preguntara si seguía en la India. Pasear por las calles de Jaisalmer es una experiencia maravillosa, desde sus murallas puedes ves la inmensidad del desierto y una panorámica majestuosa de la ciudad. INIGUALABLE.
Otro de los placeres de la ciudad es el Lago Gadsisar, al que se tiene acceso por una bonita puerta y que es una reserva de agua de lluvia construida hacia el año 1367, rodeado de peldaños o ghats en hindi, y de templos con unas aguas repletas de peces gato, considerados sagrados por los locales. Me siento en los ghats para observar, desde la tranquilidad, aquel paisaje que era de lujo.
Llegó la noche y ceno en un restaurante con vistas al fuerte, todo iluminado y con la ESPECTACULAR despedida del sol que cada día ofrece India, eso, si, “aturullados” por los gritos de tres niños que ponían encima de una alfombra para “cantar con tambores”. jejejej
Paseé por las calles de la ciudad esa noche y he de reconocer, que no me apetecía regresar al hotel porque las calles de esta ciudad tienen un no se que, que engancha. Todos sus edificios están sinuosamente tallados, creo, que no hay una sola piedra en ellos que no tenga algún detalle grabado. Realmente Jaisalmer es una ciudad que te atrapa y por ello me quedé un día más entre aquellas calles llenas de comercios con artesanía y con aquel encanto especial que encontré en ellas.
JOJDPUR- LA CIUDAD DE LOS PITUFOS
Maravillosa la ruta de hoy, rodando por una especie de reserva natural, entre camellos, monos y hasta algún elefante que otro. Una sinuosa carretera con curvas muy bonitas, entre árboles, en una montaña de singular belleza con la que disfruté de lo lindo con la moto.
Acabo de pasar un pueblo, y veo un montón de camellos, así que pienso que una foto allí sería un buen recuerdo; meto la moto por el arenal y un anciano se acerca, sacos fotos, habla conmigo y pienso que me está explicando algo sobre el paisaje, pero llegado el momento, “mi gozo en un pozo”, lo que me estaba diciendo es que quería que le pagase por hacerme las fotos con aquellos camellos, que no se si tan siquiera eran de él, jejejejej
Llego a Jodpur, como siempre entrada caótica; creo que si no la tuviese creo que la echaría ya de menos porque se ha convertido en ritual de final de trayecto, siempre que llego me digo “¡¡¡Empieza el rock and roll!!!”.
Jodpur, es una ciudad donde la mayoría de las casas están pintadas de azul, es la característica principal, debido a que antiguamente la clase pudiente las pintaba así como símbolo de distinción y luego se convirtió en moda, por lo que cuando subes a la Fortaleza de Mehrangarh, la sensación es de tener parte del cielo en la tierra.
En esta ciudad me llamó la atención otro de los famosos depósitos de agua que hay en India, esta vez usado por niños como piscina de lujo jejejej.
UDAIPUR
La ciudad que me cautivó , por su luz, por sus paseos y por su lago
Aquel día, el azar me llevó a un hotel con mucho encanto y cuyos balcones daban al Lago Pichola, uno de los lugares que más me gustó de la India. La entrada a la ciudad como siempre caótica, palabra habitual ya a la entrada de todas ellas… Rock and roll de bienvenida. En un túnel que da acceso al hotel dejé la motos aparcada, me cambio rápidamente, cansada pero feliz por haber llegado hoy, la carretera fue dura y se me hizo un poco cuesta arriba. Después de la ducha de rigor, me siento en aquellos ventanales con una cervecita para deleitarme de un espectáculo visual que tengo delante, pensando en voz alta, los lugares tan maravillosos a los que se llega en moto. Hay una zona de la ciudad donde la puesta de sol es admirada por mucha gente que se da cita allí para charlar, tocar la guitarra o simplemente hablar admirando la belleza singular de aquella luz que tiene India.
Creo que de esta ciudad, me enamoré de su lago EL LAGO PICHOLA, que es un espectáculo de día, pero de noche es magia pura con aquel contraste de luces en los edificios reflejadas en sus aguas. De día los niños nadan, se divierten en el lago, de noche la gente pasea tranquilamente y callejeamos hasta bien entrada la noche.
PUSHKAR- AL FIN ENCONTRÉ ALGO DE LO QUE BUSCABA
Con el fresco de la mañana me voy hacia Pushkar; yo paso frío en la moto, ¡si frío en la India!, pero es que a primera hora de la mañana y en noviembre hace fresco allí. Conducir de noche en India, por cierto, es todo un deporte de riesgo, todos con las largas más largas, cual a cual más y con más focos, así que estás deseando que amanezca de una vez antes de terminar cegado por aquellos focos gigantes con ruedas.
En Pushkar, por primera vez, tengo la sensación de haber encontrado aquella espiritualidad india, ese misticismo del que tanto escuché hablar, aquello que tantas veces había leído. La gente realiza sus ofrendas con verdadera vocación en el LAGO PUSHKAR, un lugar de peregrinación en India. Por la noche todo iluminado de velas, y con las voces de aquellos cantos religiosos que no pararon de sonar en toda la noche el lugar te sobrecogía y transportaba a otro estado.
Esa noche me voy pronto a dormir, porque quería madrugar para ver la puesta de sol, y no me defraudó; si algo tiene India, es lo que reitero una y otra vez, su luz, su maravillosa luz, comparable tan solo, para mi, con la que pude ver en África.
Me sobrecogió ver a toda aquella gente, que desde primera hora se acercaba de todos los puntos de India en peregrinación, para realizar sus ofrendas; se bañan en sus aguas sagradas, algunas mujeres incluso lo hacen con el pecho descubierto, tiran flores, esas guirnaldas de flores que se venden en todas las esquinas, cogen agua entre sus manos y la dejan caer metódicamente; todo formaba parte de un bonito ritual que tenía lugar ante el sol que asomaba ya para recibir el nuevo día. ¡Había encontrado lo que se espera de India, lo que yo buscaba y anhelaba encontrar, un poco de espiritualidad!. Aquello sí era auténtico.
JAIPUR- CIUDAD ROSA DE LA INDIA
En la destartalada moto india arranco rumbo a Jaipur o ciudad rosa de la India por el color de sus edificios y por su fuerte, el Fuerte de Amer, majestuosos en una montaña de increíble belleza y rodeado de una inmensa muralla, no conozco la china, pero sin duda debe de ser algo parecido a esta.
Me gustaron mucho también los jardines del Char y aquel largo paseo por la calle comercial donde los escaparates cobran vida, nada de vitrinas, allí, fuera en una especie de terrazas que tienen las grandes tiendas. Es un jaleo de ciudad con una gran actividad comercial, aunque un poco agobiados por las negociaciones continuas para coger un tuc tuc, ¡que sí!, que muchas veces te dices, ¡al cambio no es nada! Pero, sientes esa especie de “rabia” porque siempre te intentan cobrar dos , tres o cuatro veces más que al local de allí. ¡Alguien que se dedica al tema de turismo en India nos dijo que estaba quemada esta región del Rajasthan, que India estaba de capa caída, y cómo exploradora me da pena y me planteo la cuestión de si todo esto no tendrá algo que ver…
AGRA Y EL TAJ MAHAL
Era la última etapa antes de regresar a Delhi, llegar no ha sido fácil, caminos difíciles y accesos complicados…HE HECHO OFF ROAD ENCIMA DE LAS BASURAS, lo diario en India por otro lado.
Ahora si, el símb0lo de la India estaba cerca de mi, el famoso Taj Mahal, y ya a unos cuatro metros, y tras haber dejado atrás una saturada ciudad por el tráfico, la policía no me deja pasar, insisto y se lo pedimos por favor, estoy muy cansada como para enfrentarme nuevamente al tráfico, llevo conduciendo todo el día sin parar apenas, pero nada, no hay forma y me obligan a dar un gran recorrido para llegar .
El acceso al Taj Mahal, se hace complicado; no puedes pasar con mochila y las medidas de seguridad son extremas. Una vez dentro, a pesar del telón de contaminación del fondo pude “admirar” el monumento construido por amor, grande, blanco, majestoso….Me hago las fotos de rigor y me siento en las escaleras.
Frente al Taj Mahal, pienso, ¡mi sueño se ha cumplido!, aquí estoy, he llegado hasta aquí sola y en moto. Supongo que ese momento fue de alegría SUPREMA….
Quedaba la vuelta, pero el sueño estaba cumpliéndose… “IR A LA INDIA EN MOTO” y aunque al final, tenía un sentimiento agri dulce y contradictorio, la experiencia fue “extremadamente” positiva, sin juzgar, con el alma abierta, pero con el sentido crítico que no hemos de perder los viajeros, tal y como el amigo Miguel Ángel Fernández me indicó, porque al final, es mi viaje y mi punto de vista, no necesariamente compartido con los demás, pero es el mío y mi particular visión. Ahora toca emprender el camino de regreso en moto hacia España, que también formará parte de la experiencia y sin lugar a dudas la aventura se escribió con mayúsculas ante las difíciles condiciones, en ocasiones extremas, que se me fueron planteando hasta llegar a Asturias, pero, SUEÑO CUMPLIDO, EXPERIENCIA VIVIDA para recordar cuando sea una viejecita.